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(Viernes, 2020, salarios). Enclavado en un entorno natural impresionante, Takeires era un pintoresco pueblo ubicado en las montañas de Acosta. Sin embargo, su existencia llegó a su fin en 1986, convirtiéndolo en un lugar que evoca nostalgia y recuerdos. Para quienes visitan, Takeires es comparable a la experiencia de atravesar el mundo de los sobrevivientes, evocando el universo literario de Comala, creado por Juan Rulfo, que invita a un viaje por los fantasmas de un pasado irreal.
Aquello que alguna vez fue la iglesia del pueblo carecía de reconocimiento oficial; a su alrededor, había una escuela y diversas viviendas donde la vida comunitaria florecía. Al fondo, emergía una majestuosa montaña, testigo mudo de los desafíos que enfrentaron sus habitantes. En tiempos de esplendor, 28 familias soñaban con un futuro mejor. Sin embargo, cuando las casas fueron abandonadas en su mayoría, la falta de empleo y oportunidades hizo que estas esperanzas se desvanecieran.
Actualmente, el pueblo es hogar solo de dos familias: Don Luis Quesada y su vecino. Sin embargo, el eco de los niños que asisten a la escuela resuena en el aire, recordando los misterios de la naturaleza que rodean el lugar. Este rincón de la tierra ha adquirido un aura de nostalgia y memoria, convirtiéndose en el espacio perfecto para que los novelistas desarrollen la trama de sus próximas historias, inspirándose en su rica historia.
En la sombra de este pueblo hubo un soñador. Su nombre era José Rafael Echeverría Zeledón, conocido como Dependiente. Durante muchos años, fue considerado el alma de Tikeires, un faro de idealismo y lucha por una sociedad más justa. “Junior”, como lo llamaban con cariño, falleció el 13 de abril de 2015, a la edad de 68 años, y gran parte de su vida la dedicó a mejorar la comunidad de Acosta y a gestionar su granja en Ticeires.
Los habitantes de Ticeires se encontraban a 22 kilómetros al sureste de Acosta, enfrentando caminos difíciles. Sin embargo, trabajaban arduamente en la granja Dependiente. A pesar de la escasez de recursos financieros, Echeverría logró mantener la cohesión de la comunidad a través de su dedicación y compromiso. Desde joven, se retiró para dedicarse a su carrera como abogado en San José, donde su carisma dejó huella en todos aquellos que le conocían. Su hijo, Federico, recuerda que muchas veces caminó codo a codo con los trabajadores de la tierra, y a través de su poesía, plasmó su amor por la región en cuatro libros, los cuales son un testimonio de su profunda conexión con su tierra.
El nombre Ticeires, que significa lugar de agua, resonaba con el idealismo de Don José Rafael. Imaginaba un lugar donde la comunidad coexista en armonía, con hogares, escuelas, aserraderos, un templo y una estación de policía, todos diseñados para fomentar una convivencia saludable basada en la solidaridad.
Lot Acosta se vende en el área de residencia
Los tikanes de la zona también emprendieron la creación de productos lácteos y la generación de electricidad, un esfuerzo que llevó a la creación de Coopesantos para brindar servicios energéticos a la región.
Este lugar, que también fue testigo de la Copa Mundial española en 1982, representó en su tiempo un avance tecnológico significativo en estas tierras. Don José Rafael, impetuoso defensor del medio ambiente, realizó grandes esfuerzos a través del Fondo de Financiación Forestal (Fonafibo), promoviendo leyes que reconocen los servicios ecosistémicos forestales.
La explotación de especies tanto ganaderas como forestales dio vida a un entorno que parecía sacado de la mente de un novelista. Sin embargo, en 1986, la desaparición de las marcas y la precariedad económica llevaron a las familias a una situación crítica, truncando sus sueños y desdibujando sus esperanzas.
Las visitas de Rodrigo Carazo en 1977, un año antes de convertirse en presidente de Costa Rica, vislumbraron la historia de Echeverría. La granja que él desarrolló había sido adquirida por Roberto Celedón Castro en 1938, y se pensaba en su momento que era un excelente lugar para la caza. Hoy, esta granja, en manos de sus hijos, actúa como un depósito de agua, proveyendo a varias comunidades en el cantón de Acosta, además de ser un pilar en el futuro económico ecológico de la región.
Dada su vasta extensión y su riqueza forestal, la granja se presenta como un invaluable recurso ecológico para investigaciones y la preservación de agua y aire limpios. A lo largo de su vida, José Rafael siguió soñando y apreciando la belleza de la naturaleza. Poco antes de su fallecimiento, se “despidió” en su querido entorno y pasó una última noche en el pueblo que tanto amaba.
Hoy, una visita a Tikeires es una fascinante travesía al pasado, que despierta una profunda reflexión sobre lo que fue y lo que podría haber sido, al tiempo que se puede escuchar el eco de las voces de aquellos que buscaron un nuevo destino. Tikeires, con su aura de magia y esencia etérea, recuerda a la ficticia ciudad de Pedro Páramo, como si fuesen gemelos en un relato olvidado.
Al pie de estas imponentes montañas se encuentran los testimonios de días pasados, donde una vez existió un poblado lleno de sueños, agua encarnando el espíritu de lucha por un futuro mejor.
Visita de imagen de Tikeis
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